domingo, 26 de julio de 2009

CORRIDA DEL CENTENARIO: MORENO , UCEDA LEAL Y VAZQUEZ POR LA PUERTA GRANDE

Uceda Leal y Jose Luis Moreno antes del festejo

El flojo encierro de Luis Albarrán echó por tierra un mayor lucimiento de toreros el día en que la plaza de toros de La Solana cumplía cien años, si bien José Luis Moreno, Uceda Leal y Luis Miguel Vázquez salieron a hombros por la puerta grande. Una tarde populista en la que sobraron orejas, faltó el toreo puro y de temple y solo se vieron algunos destellos de calidad artística.
La primera corrida goyesca de la historia en la localidad no fue ni mucho menos para enmarcar, e incluso levantó menos expectación de la esperada a juzgar por un aforo en el que predominaba el cemento sobre el respetable con un tercio de entrada.
Se lidiaron seis toros anovillados cortados por el mismo patrón. Todos de pelo negro, justos de fuerza, gachos y brochos de cuerna, lo que para algún subalterno fue su salvación de no recibir algún puntazo. Recibieron una vara y mostraron grandes dosis de mansedumbre desde salida, denotando una gran falta de raza y trapío. Vista la lidia, parecía que era el mismo toro, saliendo seis veces de toriles, y es que más que hermanos, podrían haber sido sextillizos por su comportamiento tan homogéneo. Como toda la camada de Luis Albarrán para este año sea igual, será un peligro para una fiesta en decadencia por diversos motivos.

José Luis Moreno lanceó suavemente de capa a su primero y apenas pudo enseñar el capote a su segundo, mimando en cualquier caso a sus enemigos para que no besaran el albero.
Con la muleta, lo intentó por ambos pitones en el que abría plaza, pero el toro se defendía en cada embroque en vez de embestir, quedándose siempre a medias. Obligó al astado, siempre a media altura con el fin de “mimar” a la res que fue poco colaboradora y nada transmisora. En todo caso el diestro cordobés estuvo voluntarioso y siempre por encima del toro. Posiblemente la buena estocada le valiera la oreja del primero.
El lidiado en cuarto lugar tenía menos fuerza que el resto de sus hermanos, perdiendo las manos en varias ocasiones, lo que provocó que incluso el público pidiera su devolución a los corrales. Ante un toro que estaba más veces caído en el redondel que de pié, se auguraba poca pólvora en la faena, por lo que el trasteo comenzó sin las notas musicales de la banda.
Si le bajaba la mano, el toro besaba el albero, por lo que Moreno cuidó minuciosamente las alturas con las telas, pidiendo enérgicamente la interpretación del pasodoble a una faena sin sentido. El público se alió con el de Córdoba y éste optó por los recursos populistas que fueron mechas incendiarias en los tendidos para volver a pedir música a una faena poco menos que imposible. No vimos ligazón, no vimos naturales, faltó temple, escaseó la pureza en los pases, pero el torero apeló a los recursos tremendistas para recriminar una faena tan absurda como su pelea con la banda. Por momentos, el toro fue un invitado de piedra, y la cosa quedó entre el torero y el director de la orquesta, mientras otros nos aburrimos esperando el desenlace final. Lo mató de estocada casi entera y recibió como premio las dos orejas, que en circunstancias normales ni hubiera olido. Gracias a su affaire con la banda se ganó el segundo apéndice.
El madrileño Uceda Leal se lució con el capote en los lances de recibo a su primer enemigo, estirándose con elegancia a la verónica. El diestro se mostró siempre muy torero, corriendo la mano en busca de la ligazón por ambos pitones, con un trasteo serio pero carente de sentimiento por la poca transmisión del toro. También usó en el repertorio algún molinete y afarolado con el fin de llegar a los tendidos, tapando las carencias del astado. Mató de pinchazo hondo y estoconazo fulminante y se le premió de forma exagerada con las dos orejas, ya que hubo poca petición incluso para la primera.
En el quinto, no pudo torear de capa, pero si realizó el mejor toreo con la franela en una faena con cierta maestría. Cosechó algunas tandas de naturales y derechazos corriendo bien la mano, demostrando oficio y saber estar en el redondel. Los deseos de agradar del madrileño dilataron la faena, que incluso tardó mucho en matar al enemigo por fallar a espadas. En todo caso, también se echó en falta el sonido de clarines a modo de aviso, que el presidente nunca ordenó en toda la tarde. Mató de estocada y varios golpes de verduguillo que le privaron de tocar pelo, saludando tras la ovación.
Cerró la terna el daimieleño Luis Miguel Vázquez que cortó una oreja a cada uno de sus enemigos, derrochando ilusión, voluntad y deseos de agradar. El lote de toros, hermanos de sus hermanos, y con las mismas cualidades, impidió que el diestro demostrara sus mejores dotes en La Solana.
Al tercero lo recibió con unos suaves lances de capa y se lució en el quite correspondiente con una serie de chicuelitas, antes de que el banderillero de turno saludara montera en mano tras sendos pares sensacionales de ejecución.
La faena de muleta tuvo poca conexión entre toro y torero, por lo que llegó poca transmisión a los tendidos. El maestro entendió el toreo obligando a la res por ambos pitones con más voluntad que acierto, mostrándose en todo caso muy por encima del animal. En la suerte suprema, Vázquez recetó una estocada casi entera y tendida, siendo el puntillero el que certificó la muerte del toro. Se le premió con una oreja.
En el que cerraba plaza, el diestro se estiró a la verónica flexionando la pierna a cada lance de capote, mostrando sus deseos de agradar.
La faena de muleta se basó en la mano derecha, intentando el toreo en redondo, cuidando de que el enemigo no se fuera a las tablas al final de cada pase. El toro hacía ademanes insistentes de rajarse al final de la suerte, pero el diestro llega a los tendidos con vistosos derechazos. También lo intentó en el toreo al natural, pero se encontró con la negativa del toro de Albarrán. Antes de montar el estoque se adornó con algunas manoletinas, matando de estocada entera algo contraria y utilizando también el de cruceta. El público le premió con una oreja.

Al final del festejo, los tres matadores salieron a hombros por la puerta grande de un coso que cumplía de esta manera sus primeros cien años de existencia.
Tarde de triunfo popular con un gran exceso de orejas que la presidencia puso a un bajo precio y que pasará la historia por celebrarse así el centenario en un festejo de carácter goyesco.
Tanto la Peña Taurina “La Solanera” como el Club Taurino “Los Galanes” se hicieron notar con sendas pancartas que colgaban de los tendidos de sombra, en una tarde calurosa y soleada.
INFORMA GABRIEL JAIME